El test matemático que usan los "blade runners" para cazar replicantes
Blade Runner es una película de
ciencia ficción estadounidense dirigida por Ridley Scott, estrenada en 1982.
Está basada parcialmente en la novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides
con ovejas eléctricas? (1968). Es la primera película de la franquicia Blade
Runner.
La acción transcurre en una
versión distópica de la ciudad de Los Ángeles, EE. UU., durante el mes de
noviembre de 2019. Describe un futuro en el que, mediante bioingeniería, se
fabrican humanos artificiales denominados replicantes, a los que se emplea en
trabajos peligrosos y como esclavos en las «colonias del mundo exterior» de la
Tierra. Fabricados por Tyrell Corporation para ser «más humanos que los
humanos» —especialmente el modelo Nexus-6—, son indistinguibles físicamente de
un humano, aunque tienen una mayor agilidad y fuerza física, y carecen
teóricamente de la misma respuesta emocional y empática. Los replicantes fueron
declarados ilegales en la Tierra tras un sangriento motín ocurrido en una
colonia exterior. Un cuerpo especial de la policía, los blade runners, se
encarga de identificar, rastrear y matar —o «retirar», en términos de la propia
policía— a los replicantes fugitivos que se encuentran en la Tierra. Con un
grupo de replicantes suelto en Los Ángeles, Rick Deckard, un «viejo» blade
runner, es sacado de su semi-retiro para eliminarlos.
En el universo distópico de la
novela de Dick, máquinas biológicas similares a los humanos, incluso mejores en
muchos aspectos, llamadas “replicantes” son manufacturadas para realizar
múltiples tareas. Cuando ya no son necesarias o se sublevan, son “retiradas”.
Los blade runners son cazarrecompensas dedicados a identificar y eliminar a los
replicantes no deseados. Qué nos hace humanos es por tanto la pregunta central
a la que nos enfrenta el autor y que el blade runner Rick Deckard debe
responder antes de “retirar” a un supuesto replicante. Usa para ello el test de
Voigt-Kampf , que se basa en la empatía hacia los animales, ya que
supuestamente los androides (al menos los de la serie Nexus-6) carecen de ella,
a diferencia de los humanos.
¿Hay realmente un test que pueda
determinar si un ser, “artificial” o no, es humano? El genial matemático Alan
Turing se planteó esta cuestión en la primera mitad del siglo XX en el contexto
de su investigación sobre el desarrollo de los modernos computadores. Ante la
pregunta de si una máquina (lo que hoy en día llamamos un computador) podría
llegar a pensar, Turing la respondió usando una extensión del juego de la
imitación que hoy se conoce comúnmente como “Test de Turing”. Dicho test
establece que si un humano interroga a varios entes entre los cuales hay una
máquina, sin tener contacto físico directo con ellos, comunicándose
exclusivamente a través de un canal estándar neutro, y después de un cierto
tiempo no puede determinar quién es la máquina, esta habrá superado el test.
Hasta la fecha ningún computador ha superado el test de Turing a pesar de que
él mismo, en 1950, predijo que antes del año 2000 se habría construido una tal
máquina. El Premio Loebner, aunque controvertido, convoca anualmente desde 1991
una competición que ofrece una recompensa de 100.000 dólares a quién consiga
diseñar un dispositivo que supere el test de Turing.
La concepción sobre la
inteligencia y las características de lo humano de Turing no son en absoluto
compartidas universalmente. Por ejemplo, el filósofo John Searle, trata de
mostrar que no podemos separar “significado” de un sustrato físico específico y
que en última instancia una máquina pensante como un ser humano podría
fabricarse , pero acabaría siendo muy parecida a un cerebro biológico. Para
ello Searle plantea varios experimentos como el famoso de la “caja que habla
chino”. En el artículo Sobre matemáticas, filosofía, neurociencia, mecánica
cuántica y… ¿qué más, Sir Roger Penrose?, Cristina Sardón comenta el punto de
vista de Roger Penrose, donde biología y mecánica cuántica tienen el
protagonismo.
El test de Voigt-Kampf, o el de
Turing, son comparativos. No se establece una escala absoluta de pensamiento o
humanidad con respecto a la cual se determina el nivel de la máquina en
entredicho sino que un humano juzga/juega con otros humanos y la máquina es
comparada con ellos. El problema se complica entonces si pensamos en como
juzgar entes con los que no podamos compararnos; extraterrestres con los que
eventualmente contactáramos u otros animales con los que no compartimos un
sustrato comunicacional. ¿Cómo determinar su inteligencia? ¿Y su humanidad?
Recíprocamente, hemos de pensar
que también nosotros podemos ser juzgados en nuestra humanidad. Este es un tema
recurrente en la ciencia-ficción (un ejemplo es el film clásico Ultimátum a la
Tierra), del que no solemos salir muy bien parados. De hecho, esto sucede
habitualmente cuando somos sometidos a un test de humanidad al acceder a
ciertas páginas web debido a la actividad de miríadas de robots que bullen en
internet. En concreto, nos piden que completemos un CAPTCHPA (Completely
automated Public Turing test to tell Computers and Humans Apart) para confirmar
que no somos una máquina sino un ser humano. En este caso nuestra humanidad se
juzga, ¡por un ordenador! Aunque no estoy muy seguro de que esta definición de
“humano” nos haga sentir muy cómodos.
(Café y teoremas. El país)